15 marzo 2024

Zaldívar me regala la 1844


Alfredo Zaldívar me envió una locomotora de regalo. Es una Baldwin 2-8-0 de 55 toneladas, fabricada por BLW en Filadelfia, en 1926. Su número de serie eran el 59220. Fue propiedad del central El Pilar (luego Eduardo García Lavandero) hasta principios de los años 70.
Ya con el número 1844, se la llevaron para las llanuras camagüeyanas, donde hizo zafra por al menos tres décadas. Sus potentes resoplidos (era una de las máquinas más grandes de Cuba) le pusieron música al paisaje agramontino. Como la Banda Gigante del Beny, pasó por Vertientes, Camagüey, Florida y Morón. 
En la portada de La venta de miel (1990), la primera plaquette que publiqué en Ediciones Vigía, usamos varios sellos de correos de Cuba con imágenes de locomotoras de vapor. En uno de ellos, podía apreciarse una Baldwin muy parecida a la 1844.
Le agradezco a Zaldívar, uno de los cubanos que más he querido, el regalo y los recuerdos que trajo consigo. Aquella experiencia, la de aprender a hacer libros a mano, fue una de esas cosas que uno vive, como diría Calamaro, sólo para tener que recordarlas.


14 marzo 2024

El gusto de equivocarse

A propósito del post Martí también se equivocó, Norberto Fuentes me envió esta crónica que comparto en El Fogonero, para reciprocar la publicación en Libreta de apuntes del texto mío y como agradecimiento, otra vez, por la sopa de cebollas y el chuletón.

Diana Sarlabous y yo en el estudio del escritor.

En la foto, Camilo Venegas con su mujer Diana (que él, curiosamente, llama «mi pareja») en mi casa la noche del 3 de febrero hasta la madrugada del 4 mientras ignoraban los zumbidos de sus celulares emitidos no se de qué otra parte de la Florida donde, creo, habían dejado encerrada en un closet a una tía y que, a Camilo, finalmente un elitista, le pareció inoportuno incluir en la comitiva matrimonial que visitaban al augusto autor cubano, que es el que queda a la derecha de la imagen, la que ha sido captada con otro celular por la que vendría a ser «mi pareja»: la doctora Niurka. Acabamos de llegar de un restaurante que nosotros llamamos «Los Tarros», uno de los establecimientos de la cadena de Longhorn, donde adiestré al discípulo Camilo en el jamado de unos sólidos chuletones de ternera adelantados por bullentes sopas de cebolla y echados a rodar hacia el fondo del estómago con sendas pintas del glorioso laguer bostoniano de Samuel Adams escanciados desde las espitas. Las damas, no. No se cual de ellas imitó a la otra, pero se fueron ambas por unas suaves y —aseguraron ellas— muy saludables ensaladas de las hierbas habituales de la ocasión, lechuga, tomate, berro, brócoli, amén de aderezadas con blue cheese y nueces y uvas y hollejos de mandarina y trocitos de manzana. Vaya, una especie de coctel de frutas sobre gajos picoteados. En fin, que Camilito y yo nos hartamos de carne y del espeso caldo de cebollas y la espumeante laguer bostoniana hasta el cuello (el cuello, pero por dentro). Tanto, que cuando llegamos a mi casa, para el café y las descargas finales de la noche, a mí me había crecido la panza de tal manera que solo puede ser descrita con el lugar común de que parecía un tambor. Días después, cuando recibo de Santo Domingo —donde residen los visitantes— las dos fotos de la velada, en una de ellas el panzón se revela yo diría que de formaobscena. La otra foto es más bonita y estamos los tres sonrientes y felices. Mi advertencia a Camilo, de que si publicaba la foto de la panza iba a matarlo, fue desobedecida de manera rampante. Y a la hora publicar en su blog El Fogonero —bajo el título de «Martí se equivocó»— el gracioso texto que encabeza esta nota y que yo reproduzco en su integridad no tuvo reparos en emplear la imagen prohibida como ilustración. Y ahora yo me veo en esta situación de reservar pasaje en American y en la disyuntiva de decidirme por la Glock o por el machete Gurkha con hoja de 20 pulgadas. Aunque no está mala la idea de encerrarlo en el closet con la tía, si aún la infeliz se encuentra allí, aunque despojado de su celular.
                                                                                                         Norberto Fuentes

12 marzo 2024

Martí se equivocó


Los amigos no se esconden ni se pasan con ficha, tampoco se convierten en forros (sigo hablando de dominó). Yo, por ejemplo, le tengo un profundo cariño a Norberto Fuentes. Pueden decirme lo que quieran, menos cuestionar el respeto que siento por él y por su obra. 
La lectura en mi adolescencia de un libro suyo, Condenados del Condado (1968), fue decisiva para que yo intentara escribir. Eso se agradece de por vida. Tirando de ese hilo llegué a sus reportajes periodísticos (de los mejores escritos en la Cuba de los 60) y a Hemingway en Cuba (1984), obra monumental e irremplazable.
Conozco a muy pocos cubanos que escriban tan bien como Norberto. Pero aun si fuera mal escritor, defendiera mi derecho a ser su amigo y a admirarlo. Antonio José Ponte también es uno de los cubanos que más quiero y admiro. Es tan buen escritor como Norberto. Los dos se saben queridos por mí y tienen conocimiento de mi cariño por el otro.
Estoy convencido de que la base de todo no es el limón sino la honestidad. Nunca le he ocultado Norberto a Ponte ni Ponte a Norberto. Todo esto no es más que un ejemplo. No hay necesidad de mentir para querer lograr algo, basta con ser transparente. 
La inmensa mayoría de las cosas que nos han ocultado a los cubanos, no se han logrado. En eso Martí se equivocó, como nos hemos equivocado todos sin necesidad de ser apóstoles.

La intuición de Diana


La intuición de Diana Sarlabous no deja de sorprenderme, por eso siempre acabo haciéndole caso. La semana pasada teníamos comprados dos boletos de avión y habíamos reservado una habitación con vistas a una ciudad en la que sólo hemos estado de paso. Pero a última hora, cuando ya casi salíamos para el aeropuerto, me pidió que nos quedáramos en casa. 
Lo hizo después de leer cuidadosamente mis intercambios con quienes habían palabreado la invitación. Fui a poner la palabra "cursado" pero, en honor a la verdad, nunca llegó nada formalmente. "Aprovechemos esos boletos para hacer un viaje que siempre has querido", me propuso.
A pesar de que el nuevo destino nos queda mucho más lejos, los pasajes salieron más baratos. Es decir, que el arrepentimiento acabó produciendo dividendos. La intuición de mi Cucha, insisto, me ha salvado de muchas y esta vez, además, me llevará hasta dos lugares esenciales para el Camilo que soy, el que quisiera seguir siendo.

11 marzo 2024

Los últimos días de la cigüita azul en la Loma de Thoreau


Seguimos disfrutando de los últimos días de la cigüita azul (Setophaga caerulescens) en la Loma de Thoreau. Cada vez está más cerca la fecha de su regreso al lugar de América del Norte donde anidará.  Esperamos que vuelva en otoño. Nunca faltará el agua en su bañera de girasol para que, en cuanto llegue, se dé uno de esos baños que tanto le gustan.


En azul, la zona de cría en los bosques caducifolios de Norteamérica, que va desde la región de los Grandes Lagos hasta Nueva Escocia, y de Nuevo Brunswick a Georgia, a lo largo de los Apalaches. En amarillo, la zona donde pasa el invierno en las Antillas, desde Bahamas hasta las islas de Sotavento y en las costas caribeñas de Yucatán, Belice, Guatemala y Honduras.

Kilómetro 101


Leyendo Kilómetro 101 compruebo que el socialismo deja los mismos traumas en todas partes y hace que un ruso sienta exactamente lo mismo que un cubano. La angustia de tener que sobrevivir las interminables 24 horas de cada día, les anestesia el más mínimo interés en el futuro.

"Los sentimientos más habituales son dos: el miedo a la muerte y el poco amor a la vida. No quieren pararse a pensar en su futuro: que todo siga como está. No es vida, sino un fin de vida. Celebran las fiestas, beben y cantan, pero si miras a los ojos, si miras a los ojos no ves ninguna alegría", escribe Maxim Ósipov.

Él se refiere a la pequeña ciudad de N., una capital de distrito que está muy cerca de Moscú. Puedo decir lo mismo de Unión de Reyes, Cabaiguán, Jatibonico, Sibanicú o cualquier otro pueblo de Cuba, sin importar en qué kilómetro de la Carretera Central está, cuán lejos o cuán cerca de La Habana queda.