25 marzo 2007

Esperando por nosotros

Hace unos días, para tratar de combatir la epidemia de impuntualidad que azota al Perú, el Presidente de la nación andina prometió que no volvería a llegar tarde a ningún compromiso (no se ha informado en qué ha quedado el asunto, aunque se sabe de ante mano que los presidentes latinoamericanos suelen ser más incumplidores que impuntuales).
Conozco a alguien que detesta esperar, lo puso entre los primeros renglones de una singular lista de odios (lo cual no garantiza que no haga esperar a otros). El escritor Javier Cercas, mitad en broma, mitad en serio, propuso recientemente que se reinstaurara el paredón en España, pero única y exclusivamente para los que llegan tarde. “Lo sé: algún buenista objetará que la pena de muerte es una medida desproporcionada. No lo es, porque los perjuicios de la impuntualidad son inconmensurables”, sostuvo Cercas.
He leído tanto esta frase, que ya no sé de quien es: vivir consiste en esperar. Muchas veces no reconocemos que las esperas son inútiles o, lo que resulta mucho más desconsolador aún, no sabemos para qué esperamos. Nosotros, la ciudad, el país, el continente… todos esperamos, a todos nos esperan y lo más probable es que nadie llegue a tiempo.

A noventa pies del home

Bienvenido Rojas es un incansable difusor de la cultura que genera el béisbol más allá de la hierba de los estadios. Por eso su columna empieza casi siempre con una cita de Yogi Berra. El proverbial receptor de los Yankees es algo semejante a Groucho Marx, sólo que en lugar de un habano, llevaba careta y arreos a la hora de decir genialidades.
Bienvenido se ha convertido también en un “traductor” de ese dialecto que hablan, escriben o gesticulan los dominicanos cuando están lejos del play y no puedes prescindir del béisbol para seguir comunicándose con su entorno.
la primera persona que me habló de Bienvenido fue Américo Celado, a quien le debo no pocas frases duras y curveras o rectas y pegadas sobre la identidad que se juega día días y mucho más allá del out 27.
Hace unos días pensé en Bienvenido y en Américo cuando, camino del Este, di con una disco-terraza que se llama A Noventa Pies del Home. Hay que ser dominicano y saber lo que es el béisbol para entender esa expresión en su justa medida. Hay que ser un tíguere para entenderla y, además, “anotar la carrera”.

13 marzo 2007

La clave no está en el papel

Siempre digo “clave de papel” para diferenciar al semanario de la edición digital. Esa frase, como el hilo que lleva al ovillo, me sirve ahora para hacer un repaso mínimo (Elvira Lora me ha dicho cuento con 247 palabras para ello) de lo que ha sido este espacio que empezó en la cabeza de unos pocos desempleados y acabó en las manos, los ojos y las conciencias de miles de dominicanos.
El primer día de Clave Digital no fue el 17 de marzo de 2003, sino la mañana en que cancelaron a Fausto Rosario del diario El Caribe. Algunos pocos amigos lo esperamos del otro lado de los vidrios donde un cheque y dos o tres frasecitas de estudiado cinismo le ponían fin a una época.
No es una casualidad que muchos de los jóvenes comunicadores que conformaban aquella redacción, hoy constituyan la columna vertebral de Clave. Recuerdo que cuando lo acompañé hasta el parqueo, él le restó importancia a su despido y habló de otra cosa.
–Con esos muchachos que están allá dentro se puede hacer el mejor periódico de República Dominicana –fue lo que me dijo.
La clave de este semanario no está en el papel, porque no es él quien le da credibilidad. Son los que lo hacen, esos jóvenes comunicadores que no se han dejado intimidar por ningunos de esos fantasmas que, tradicionalmente, pululan por redacciones y rotativas. La clave de Clave está en que fue un punto y aparte. Eso es lo que hay que celebrar.

06 marzo 2007

Gabo en redondo

Este año está lleno de números redondos para Gabriel García Márquez. El hombre que usa los sacos más horrorosos del mundo acaba de cumplir 80 años, hace 60 que publicó su primer cuento, 40 que terminó Cien años de soledad y 25 que recibió el Premio Nobel y lo llevaron a conocer el hielo, pero en Estocolmo.
Multitudes de latinoamericanos se refieren al Gabo como si lo conocieran personalmente y recitan sus páginas de memoria. Por eso es que ahora nadie quiere quedarse fuera de todos esos cumpleaños. Aracataca y el hombre que convirtió a ese polvoriento pueblo en esa denominación de origen llamada Macondo que sirve para clasificar al triunfo del surrealismo en América Latina, son de nuevo el foco de atención de todos.
Ya los críticos han comenzado a practicarle la autopsia a la obra entera de Gabriel García Márquez y los jóvenes escritores del continente procuran librarse de su fantasma para poder tener voz propia. Y es que Cien años de soledad, más que una novela, ahora es parte esencial de nuestra memoria colectiva. Más que un libro de cientos de página, la obra parece ya un vallenato, un bolero o una bachata que aparece por todas partes y se escucha de generación en generación.