29 enero 2010

De vuelta al guardián del centeno

Desde Nueva York, Juan Carlos Recio me hizo llegar este poema que se le ocurrió después de leer mi último post. Escribo en El Fogonero con la intención de provocar múltiples reacciones, pero nunca me pasó por la cabeza la idea de que alguien quedara tan inspirado que alcanzara a escribir siquiera un verso. Como antes de ser cualquier cosa traté de ser poeta, este suceso me hace demasiado feliz y por eso lo comparto con tanta algarabía.

CV

¿Acaso no matan a los caballos?

H. Mc

(Inspirado por el post: “Salinger no pudo seguir siendo

el guardián de Salinger”) de Camilo Venegas

Si un cuerpo atrapa a otro cuerpo al ir por un trigal…

de saber si asomaste contra la espiga

escondido en esos laberintos

improvisados, de bruces al cielo

con la espalda en la humedad del abandono

de guardián que cayó tras sus orejas

y lejos, muy lejos padecía;

de saber que eras mi guardián en el centeno

que aún era un adolescente y me babeaba

sin que me entendieran

cuando me iba alejando de los próceres de la familia

y cuando anidaba como un pájaro

y la paja seca me encendía los ojos

y miraba por ello cuan dulce era mi abismo.

Era entonces mitad Seymour Glass

antes del regreso

y Tom Sawyer con Becky en la cueva:

pez, plátano, humo, temblor,

ante sus muslos colgados

en el andén del pueblo;

al menos un sueño que tenía

por muchos años mientras patinaba sobre el hielo

el imposible hielo de mis días

pudriendo.

Ahora río ante un negro taxista

en el amarillo desde donde refleja

esa pregunta absurda

¿adónde se van los pasos de un muerto

con los pies de bañista

a punta de un revolver en la cabeza?

¿Dónde van las flores marchitas

después que en los funerales las mostraron

como putas ardientes de cualquier ceremonia?

y los patos, que no cisnes, los patos…

¿adónde van los patos

que pasaron en vuelos rasantes por mi ombligo?;

el patio del colegio la nariz que sangra

y el absurdo de masturbarse de la fiebre

como si no fuera justo salvarnos antes del alba.

De saber que es cierto si también matan a los caballos

nunca me hubiese detenido

ante la ruleta rusa

esa historia tan honda de llorar cuando me río

fuera de alguna de las tuyas desde donde espías

largas noches en vela

uno a uno en la grieta de los labios

parados con estirpe, como boca de cazador

y la ceniza contra el piso

las manos en la pared

mientras escucho sobre el techo de la casa

a los hijos de mis vecinos

dibujados tal vez en los caminos ocultos

como guardianes del sereno

usados en contra de su soledad

sin dejarme dormir

como si un látigo marcara mis fatigas.

Juan Carlos Recio NY/ Viernes 29 de Enero del 2010

2 comentarios:

Juan C Recio dijo...

Bueno, no me hago el sorprendido, pero lo increíble es verlo publicado en tu blog, Arístides fue quien me dió el aviso y en fin te lo agradezco, por El Guardián del Centeno.

salva33125 dijo...

Esto es bien bueno, gracias amigos...en esa bendición de tenerlos y hacer mis días