10 marzo 2010

Otra de ladrones

Después de publicado el post “En Cuba somos ladrones todos”, leí uno del inagotable Enrique Ubieta (inagotable en su capacidad para ser lacayo y servil) donde comenta la película La princesa y la rana. Obviamente, no me voy a referir a sus puntos de vista sobre el filme de Disney, que son tan irrelevantes como los que tiene Fidel Castro sobre la estrella más próxima, esa que está a cuatro años luz del sol.

Prefiero referirme a un entre paréntesis y no al texto. Antes de admitir que, gracias a su empleo de paje oficial, es uno de los pocos cubanos que tiene libre acceso a internet, Ubieta reconoce que la televisión cubana piratea la mayoría de los materiales que exhibe: “Sí, robamos las películas que el bloqueo nos niega --con más argumentos que la televisión norteamericana, bueno, miamense (¿no es norteamericana también?) que se roba las películas cubanas por la misma razón, pero ellos son los que bloquean, no nosotros”.

La excusa, por supuesto, se cae por su propio peso, pero ilustra muy bien la lógica del cubano que se ha gestado dentro del Período Especial. Como el Estado bloquea toda inventiva y toda iniciativa para producir lo básico, alguien de la familia tiene que delinquir para alimentar a los suyos. La televisión roba películas, series, musicales y documentales. La gente roba carne, leche, aceite, arroz, huevos, frijoles, harina…

Todos son ladrones y lo más terrible es que cada quien tiene una coartada.

1 comentario:

José Fernández dijo...

Perdón, Camilo, una precisión: en la Cuba revolucionaria se vivió siempre del robo. Al principio más mesurado, pero inevitablemente arrollador desde que la ofensiva revolucionaria de 1967 acabó con la pequeña propiedad privada e hizo que todo lo tuviera el Estado. Decir que los cubanos crecidos en el período especial son unos ladrones con coartada es una injusticia para quienes no crecimos en esa fecha y también merecemos tal distinción, probablemente con mayores méritos. ¿Período especial? A ver, en 1970, veinte años antes de lo que se conoce como período especial, en las calles de La Habana no se conseguía una caja de populares por menos de 25 pesos, cuando el salario mínimo eran 80, y mi padre se llenó de pesos cubanos inorgánicos vendiendo guarfarina a los campesinos porque el ron no aparecía ni en los centros espeirituales. ¿Período expesial? Bueeeeeno... Un abrazo,