28 mayo 2015

Sus 22 años

Hoy cumple 22 años, pero para mí sigue siendo Nené. Siempre quise tener un hijo varón. Me imaginaba sumergiéndonos en la represa de Ciprián o debajo del Puente del Tranvía, las única dos pocetas donde se puede nadar por debajo del agua en el Paradero de Camarones.
Me veía junto a él en las gradas del Latinoamericano, cada vez que Villa Clara visitara a Industriales. Quería que tuviera tanta pasión como yo por la Trituradora Naranja, el equipo que me enseñó a tener sentido de pertenencia.
Soñaba con el día en que por fin podría enseñarle a tirarse de un tren en movimiento, ese arte del que los ferroviarios se valen para poner los pies en un andén antes que nadie y derrotar a la inercia con una elegante carrera.
Pero fue una niña y salió tan cabeza dura como su padre. Desde muy chiquita me dejó claro lo que quería aprender de mí y lo que no. Aun así, no pudo dejar de morderse el dedo índice de la mano izquierda cuando está concentrada en algo. Esa manía mía es mi amorosa venganza.
Hoy cumple 22 años, estudia Derecho y Ciencias Políticas, vive en Madrid y a menudo viaja a Londres para encontrarse con su novio inglés. Pero para mí sigue siendo Nené, aquella niña que yo me llevaba en un motor de línea por los ramales de mi pueblo, para que viajara por mi mundo antes de que de que las ruinas le dieran alcance.
Felicidades, Ana Rosario. Papá te ama.

26 mayo 2015

Marianela

Este texto aparecerá en el libro Marianela Boán. La danza del pensamiento, donde Alejandro Aguilar acopia testimonios, críticas, ensayos, apuntes biográficos y reflexiones sobre la obra de la bailarina y coreógrafa cubana.
 A mediados de los años 80 del siglo pasado, yo estudiaba teatro en la escuela Nacional de Arte de Cubanacán, en La Habana. Entonces, Marianela Boán ya era uno de nuestros referentes, por su necesidad casi compulsiva de estar a la vanguardia y crear de manera constante.
Me veo claramente en una de las aulas de aquella escuela, mirándola encandilado, mientras ella explicaba para qué le servía el arte. Era una rubia preciosa que se movía siempre con impaciencia, pero en aquella figura lo que yo veía era al verdadero artista.
30 años después, Marianela Boán sigue siendo un referente que aún persigue a la vanguardia y crea de manera constante. Además, se ha convertido en maestra de varias generaciones de bailarines, actores y coreógrafos, compartiendo con ellos la esencia de su vital legado.
La rubia preciosa al final fue merecida por mi hermano Alejandro Aguilar, quien ha recorrido junto a ella las innumerables rutas que han definido su experiencia de vida. Ahora somos como una familia, pero su talento me sigue encandilando.
Estar cerca de sus impacientes movimientos me ayuda a pensar mejor y, sobre todo, a ser mejor.

23 mayo 2015

Los perros de Jhonny Depp

(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)

El suceso se convirtió en una tormenta viral alrededor del mundo. Todo empezó cuando las autoridades australianas descubrieron que Boo y Pistol, los yorkshire terrier de Johnny Depp, había sido introducidos en el país de manera ilegal.
Muchos destinos turísticos en el mundo estarían encantados de ser los anfitriones de las mascotas del protagonista de Piratas del Caribe. Pero en Gold Coast, la Ley está por encima de la “chulería” y son muy estrictos a la hora de evitar la importación accidental de enfermedades e infecciones animales.
Barnaby Joyce, el ministro de Agricultura, fue tajante: “O el señor Depp se lleva a sus perros de regreso a California o vamos a tener que sacrificarlos. Nos encantan sus películas, pero eso no significa que pueda estar por encima de la Ley en Australia", agregó.
Segundos después de la rueda de prensa del ministro, el hashtag #WarOnTerrier se convirtió trending topic a nivel global. Mientras, en la plataforma Change.org, miles de firmas pedían al Gobierno de Australia que indultara a Boo y a Pistol.
A más de 15 mil kilómetros de la ciudad donde se filma la quinta entrega de “Piratas del Caribe”, en el verdadero mar que inspiró la leyenda de Jack Sparrow y el Perla Negra, la legendaria embarcación del pirata, está Santo Domingo.
¿Qué hubiera ocurrido aquí si Johnny Depp desembarca en el aeropuerto con sus dos mascotas? Una vez le oí decir a Rafael Emilio Yunén que la cultura de las pequeñas transgresiones en República Dominicana comenzó a gestarse a partir de la caída de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.
Después de tres décadas de terrible represión, la gente empezó a establecer sus propios espacios de libertad. Recuerdo que el profesor Yunén lo explicó a través de una foto del Mercado Modelo que se incluyó en la memorable exposición de Max Pou.
“La respuesta al orden impuesto por la represión y no a través de una cultura, fue el desorden como señal de libertad”, fueron más o menos las palabras de Rafael Emilio. Hace ya varios años, pasaba frente a un televisor y oí una frase de Huchi Lora que se me quedó grabada.
“El presidente que organice el tránsito en República Dominicana será el mejor presidente de la historia de República Dominicana”, dijo el comunicador. Ese es, quizás, el mejor ejemplo para explicar la cultura de pequeñas trasgresiones que día a día va erosionando la habitabilidad de nuestras comunidades.
Vivo en una calle de una sola vía. A menudo veo a una señora que, cuando vuelve con su nieta del colegio, se “roba” media cuadra. Transitar esos 50 metros en vía contraria le permite evitar un gran tapón. Cuando crezca, su nieta hará lo mismo, pero quizás sea un poco más que media cuadra.
Debido a mis rutinas diarias por la ciudad, suelo coincidir con un lujoso vehículo que no lleva placa dominicana sino del Principado de Mónaco. La primera vez me pareció simpático, la segunda ridículo y la tercera alarmante. ¿Será posible que nadie se atreva a exigirle que cumpla la Ley?
Cuando las pequeñas transgresiones llegan al poder, mutan en impunidad. Sobran ejemplos recientes. Desde los flanqueadores que paralizar la ciudad para que su amo, perdón, su jefe se abra paso; hasta los que festejan con descaro un desfalco al erario público.
Tuve que entregar esta columna a la editora antes de que se diera a conocer la suerte que corrieron los perros de Johnny Depp. Aun así, puedo asegurar que no se quedaron en Australia y que el actor tuvo que abordar el Perla Negra sin ellos.
Ayer coincidí otra vez con la señora que se roba los 50 metros de calle en vía contraria. Le abrí los brazos en señal de protesta y me respondió con un gesto de ternura. “Es solo un pedacito de calle”, parecía decirme. Fue entonces que pensé en Boo, en Pistol y empecé a escribir.

22 mayo 2015

Un ruido ensordecedor en el portal de Tania Bruguera

La dictadura de Cuba se ha quedado sin argumentos, es por eso que no se atreve a escuchar ni dejar escuchar a los cubanos. La última prueba de ello está ocurriendo ahora mismo frente a un portal de La Habana donde una mujer leía en voz alta.
La artista Tania Bruguera (que semanas atrás fue víctima de un acto de censura, impidiéndosele presentar un performance en público) decidió sentarse en la puerta de su casa a leer, durante 100 horas, el libro Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt.
En respuesta, la dictadura envió una brigada de constructores a romper aún más el pavimento (en La Habana la inmensa mayoría de las calles están deshechas) frente al portal de Tania. No es difícil calcular que permanecerán 100 horas martillando.
Según fuentes cercanas a la artista, Bruguera esperará a que concluyan las obras de “reparación” para retomar su lectura. Para entonces, con toda seguridad, a los esbirros de Raúl Castro ya se le habrá ocurrido una nueva artimaña.
Mientras tanto, más allá de la indignación que provoca tanta cobardía, al menos hay una buena noticia: justo frente a la casa de la artista Tania Bruguera, a unos pocos pasos de la urna de cristal donde se conserva el yate Granma, un pequeño trecho de la calle Tejadillo por fin será reparado.

20 mayo 2015

20 de mayo

Alguna vez, años hace, Cuba fue un república. Un arco de triunfo, apostado en una de las esquinas del parque de mi provincia, nos lo recuerda. Nunca, en la historia de ningún país, dos fechas tan importantes estuvieron tan cerca.
El 19 de mayo, se conmemora la caída de José Martí en una escaramuza. El 20 de mayo, celebramos el alumbramiento de una nación que nunca acabó de nacer.
1895 y 1902 ya nos quedan demasiado lejos. Sobre todo ahora, que Cuba acabó siendo un país donde el tiempo no tiene la más mínima importancia.

19 mayo 2015

19 de mayo

"Selfie", de Alen Lauzán, fue publicada hoy por Diario de Cuba.
El 19 de mayo de 1895, el caballo de José Martí se espantó, vadeó un río y corrió tan lejos que alcanzó a las balas enemigas. Máximo Gómez le había dado órdenes al Presidente de la República en Armas de que no saliera del campamento. Pero, por una inexplicable razón, Martí le pidió a Ángel de la Guardia que lo acompañara y, vestido de negro, como si fuera para un baile y no a un combate, cabalgó hasta encontrar la muerte.
El 19 de mayo de 2015, Cuba le necesita más que nunca.

El cuestinario de Forbes

Para un reportaje que publicó en el número 13 de Forbes República Dominicana, el periodista Felipe Vallejos M. me hizo llegar un cuestionario. Comparto mis respuestas en El Fogonero, porque me gustaría volver sobre ellas dentro de unos años.
Entonces, me gustaría no haber tenido ni un ápice de  razón. Sobre todo si eso significa que los cubanos en ese momento ya estén disfrutando de un país libre y próspero, con derecho a decir lo que piensan y la oportunidad de aspirar a un futuro mejor a través de su propio trabajo.


Al tener experiencia de vida en ambos países, ¿cuál es tu impresión del desarrollo humano del cubano y del dominicano, más allá de la evidente diferencia de modelos políticos y económicos?
Cuba siempre tuvo un mayor desarrollo humano que República Dominicana. Antes del triunfo de la revolución, la sociedad cubana ejercía una gran influencia en la dominicana. Una prueba de ello es La tremenda corte, un programa de radio que los dominicanos aún escuchan a diario.
Pero la inmensa mayoría de las industrias y cultivos que definían ese desarrollo ahora están en ruinas o muy deprimidas. Actualmente, no solo la economía cubana está sumida en una profunda crisis, también lo están la sociedad y la nación. Cuba hoy no produce nada que sea un modelo a seguir por nadie.

En los estudios de Desarrollo Humano del PNUD, Cuba aparece muy por encima de República Dominicana. ¿Cómo puede esto determinar su competitividad y discutirle el liderazgo del Caribe a República Dominicana?
El nivel de escolaridad de Cuba siempre ha sido superior al de República Dominicana, pero ya no tanto como en otras épocas. No podemos confiarnos demasiado en las cifras que ofrece una dictadura, de una manera o de otra siempre se las arreglan para amañarlas.
La mayor amenaza para la competitividad es que en Cuba lo obreros trabajarán casi en condiciones de esclavitud, sin derecho a asociarse en sindicatos independientes que realmente velen por sus derechos.
Un ejecutivo cubano en su país podría ganar menos que un obrero haitiano en República Dominicana. Eso, sin dudas, será muy rentable para los que inviertan; pero acabará siendo fatal para la productividad y la eficiencia.

¿Qué tanta diferencia en la calidad de la educación tiene Cuba con respecto a República Dominicana? Estudios de organismos internacionales confirman que la tasa de analfabetismo es cercana a 0%.
La calidad de la educación en Cuba no es un logro exclusivo de la revolución. Los más importantes escritores e intelectuales cubanos, desde principios del siglo XX hasta hoy, fueron formados por la República, entre 1902 y 1959.
En Cuba no hay analfabetismo, pero hay una crisis moral sin precedentes. Varias generaciones de cubanos han crecido en la cultura del robo. Como el Estado lo controla todo y distribuye muy poco, la única manera de comer todos los días es robarle al Estado y lucrar en la bolsa negra.
Cuando robar deja de ser un delito y se convierte en una necesidad colectiva, el nivel de educación sirve de muy poco.

¿Percibes una cierta indiferencia de República Dominicana en torno a la potencial apertura económica de Cuba? Hasta ahora, el único que ha dicho que no debemos dormimos en los laureles es Frank Rainieri.
Frank Rainieri es un gran visionario y, una vez más, tiene razón. Fíjate que lo dice él, el fundador de una marca-país como Puntacana. República Dominicana no capitalizó todo lo que debió la ausencia de Cuba. Pudo aprovechar muchísimo más el enorme letargo del país más grande del Caribe insular.
Aún en ruinas, Cuba en sí es una marca: La Habana, Tropicana, Varadero, el cuba libre, el mojito, el daiquirí y el sándwich cubano, entre muchos otros, son íconos universales… Aunque Cuba hoy es un país muy triste, se le sigue asociando al placer y la alegría. Eso es una ventaja competitiva.

¿Crees que, ante la gradual apertura de Cuba, el conocido capital humano de ese país sea una ventaja comparativa con respecto al capital humano dominicano? Esto a nivel laboral sobre todo.
Sí, el capital humano es una ventaja, pero no lo es todo. Por eso creo que Cuba es una gran oportunidad para República Dominicana. Ahora aquel país es, respecto a éste, lo que éste era respecto a aquel en 1959. La geografía está a favor de República Dominicana en la apertura de Cuba y eso debe aprovecharse al máximo.
Los empresarios dominicanos deben exportar sus productos y sus experiencias a Cuba. La industria alimenticia de Cuba está en ruinas. Hablamos de un país que tiene que importar casi todo lo que se come.
Esa es una gran oportunidad para República Dominicana, que es capaz de autoabastecerse y exportar excedentes en muchos alimentos básicos.

¿Crees que la apertura en Cuba sea una amenaza para el ron dominicano?
El ron y Puntacana son, probablemente, las dos marca-país más universales de República Dominicana. Ron Brugal, por ejemplo, se distribuye en más de 40 países y es líder en España, donde desplazó a las más importante marca de ron cubano, que es comercializada allí por un gigante del mercado de bebidas alcohólicas.
Brugal es líder por su admirable legado, por su gran calidad y porque los consumidores lo prefieren; eso no lo pone en peligro ningún cambio geopolítico.

15 mayo 2015

Con B. B. King por el Malecón de La Habana

No recuerdo una peor época en mi vida que los primeros años de la década del 90. Acababa de desaparecer la Unión Soviética y Fidel Castro, aun cuando había perdido todos los subsidios que sostenían a su régimen, se empecinó en mantener cada cosa donde estaba.
Eso nos llevó a la ruina de la noche a la mañana. Los barcos dejaron de llegar, las ciudades se apagaron, los trenes se detuvieron, las tiendas se vaciaron y la vida cotidiana se convirtió en un infierno. Siento una especial gratitud por los músicos y los discos que me ayudaron a sobrevivir todo eso.
Entonces laboraba en el antiguo edificio del Diario de la Marina, donde habían amontonado a todas las publicaciones de la Editora Abril. Aunque no teníamos nada que hacer en El Caimán Barbudo (las imprentas habían sido paralizadas), debíamos pedalear cada día hasta nuestro puesto de trabajo.
Afortunadamente, yo disponía de un walkman y de cuatro baterías recargables. Eso me permitía ir escuchando música mientras mi bicicleta china se arrastraba entre El Vedado y La Habana Vieja. Tres músicos fueron especialmente solidarios conmigo en esos trayectos.
Mi deuda con Van Morrison (por Hymns to the Silence), con Buddy Guy (por Damn Right, I've Got the Blues) y con  B. B. King (por Blues Summit) es realmente impagable. Esos tres cassettes me ayudaron a soportar el hambre y a vencer la claustrofobia que me producía el muro del Malecón.
En el verano de 1993 salí por primera vez de Cuba. Cuando llegué a Madrid me esperaban Bladimir Zamora y Kiki Álvarez con un increíble regalo. Había conseguido tres boletas para un concierto de B. B. King en la plaza de toros de Las Ventas. 
Cuando sonó el primer acorde de Lucille empecé a llorar. Actualmente en mi iTunes hay 16 discos de B. B. King. Casi a diario le pido que me toque algo. La mala noticia de hoy no hará que las cosas cambien. Él y su guitarra me tendrán que seguir haciendo compañía como si nada hubiera pasado.

12 mayo 2015

El día que Raúl Castro vuelva a rezar

El papa Francisco ha seducido a Raúl Castro. A los 84 años, el dictador cubano acaba de confesar que lee todos los discursos del Pontífice y que, si "sigue hablando así", volverá a rezar y regresará la Iglesia Católica. “¡Y no lo digo en broma!”, aclaró enfáticamente.
No es la primera vez que un argentino provoca un cambio de 180º en la manera de pensar del hermano menor de Fidel. A mediados del siglo pasado, la influencia de Ernesto Guevara de la Serna fue decisiva para que el joven Raúl se convirtiera al marxismo en un abrir y cerrar de ojos.
La última vez que Raúl Castro rezó, Cuba era el primer productor mundial de azúcar y una de las principales economías de América. En 1961, cuando el Che Guevara volvió de su primera vista a los países socialistas, se sintió en la obligación de ser honesto y admitir el enorme contraste entre la sociedad de la isla y las de Europa del Este: 
“No vamos a decir que solamente vimos maravillas en aquellos países. Naturalmente que hay cosas que para un cubano que vive en el siglo veinte, con todas las comodidades a que el imperialismo se ha acostumbrado a rodearnos en las ciudades, podrían parecer no civilizados”, reconoció el guerrillero.
El día que Raúl Castro vuelva a rezar, Cuba será una de las naciones más pobres de América; al extremo de que en algunos índices ya compite con Haití. Ayer, el diario Granma, órgano oficial de la dictadura, admitía que la población cubana había envejecido de manera alarmante.
Según un reportaje escrito a cuatro manos entre Laura Céspedes y Lisandra Fariñas, Francia demoró 400 años en llegar al envejecimiento que Cuba ha alcanzado en apenas 50. Curiosamente, ese el mismo periodo que ha transcurrido entre los flechazos de Raúl con Ernesto y Francisco.
Ojalá que cuando esté de rodillas el General piense en eso. No hablemos de perdón, porque lo que han hecho es imperdonable. Bastaría que se avergüence, que sienta mucha vergüenza por todo.

09 mayo 2015

No hay nada mejor que escuchar una canción

(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)

Este año decidimos no ir. Aunque era una elección dolorosa (Diana y yo tenemos, por separado y juntos, memorables recuerdos de ese evento), preferíamos no seguir siendo testigos de la ya insoportable depauperación de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.
Pero Alejandro Aguilar y Marianela Boán no pararon hasta que nos convencieron. “Cada vez que ese hombre hacía un comentario, pensábamos en ustedes”, afirmó Alejandro. “No pueden perdérselo, es una de esas cosas que te cambia la vida”, aseguró Marianela.
Fue así que acabamos volviendo a la mayor expoventa de matatiempos que se organiza anualmente en el Caribe. No íbamos a ver a un escritor, tampoco nada relacionado con el libro; pero, en honor a la verdad, se trataba de un artista que —por distintas razones— ejerció una gran influencia en nosotros.
A Diana sus padres se la llevaron de Cuba a los cinco años. Por eso ya no estaba allá el verano en que llegó una pareja de españoles cantando poemas de Nicolás Guillén. Él se llamaba Víctor y ella Ana. Como siempre estaban abrazados y los dos tenían el pelo del mismo largo, apenas se distinguían por la ropa y la voz.
Los recuerdo en blanco y negro, en el medio de un jardín tan grande que no cabía en la pequeña pantalla del televisor ruso. Primero Guillén recitaba y luego ellos repetían el texto a dúo, con una música que desde ese día forma parte de la banda sonora de mi generación.
El primer recuerdo que Diana tiene de ellos es casi silente. Porque hubo una época en que había que hablar en voz baja de lo que pasó en 7 Días con el Pueblo. Luego ella se grabó un cassette con sus canciones y más de una vez la regañaron: “¡No sigas oyendo a esos comunistas!”. 
Esa noche descubrimos que la música de Víctor Manuel era un hilo conductor entre nuestras experiencias. Cada quien desde la dictadura que le tocó vivir (a Diana una de derecha y a mí una de izquierda), en algún momento se auxilió en las canciones del asturiano como un acto de evasión o de protesta.
40 años después, Víctor Manuel sigue siendo y haciendo todo lo que uno espera de un artista. Ahora lleva el pelo corto y blanco en canas, pero detrás de sus gestos y su voz aún se descubren con facilidad la pasión y la irreverencia que los convirtieron —a él y a sus canciones— en un ícono. 
Los años y la “experiencia” suelen ser muy eficaces a la hora de domar a un artista. Poco a poco lo van acicalando hasta convertirlo en su ser redomado, que justifica lo injustificable, que se calla lo que no se puede callar y que se olvida de lo más peligroso. 
“Hay mucha gente amiga de dar consejos, que siempre te pide que mires hacia delante, que lo de atrás no importa. Pero yo soy animal de costumbres y me gusta tropezar por lo menos más de dos veces con la misma piedra”, comentó en un momento el autor de “Nada nuevo bajo el sol”.
En lugar de plegarse o de “morirse como vivió” (como repite neciamente un contemporáneo suyo), Víctor Manuel no se da por vencido y prefiere seguir exigiendo, recordando, preguntando: “¡Cómo voy a olvidarme/ de todas las derrotas,/ de tantos humillados,/ de las familias rotas…!”. 
Alejandro y Marianela tenían razón, “Vivir para cantarlo” es uno de esos conciertos que te cambia la vida. Sobre todo porque te ayuda a definir qué quieres hacer con tu vida, qué quieres ser en la vida y qué no harías por nada de la vida. 
Esa noche, cuando volvimos a casa, buscamos el concierto en las tiendas virtuales. Necesitábamos verlo y oírlo muchas más veces. No sabría escribir una y mucho menos ponerle música, pero gracias a Víctor Manuel confirmé que no hay nada mejor que escuchar una canción con amigos alrededor. Juntos somos más que dos.