08 diciembre 2016

Inesperadamente, regresé a junio

Ayer en la tarde estaba redactando un texto sobre el 40 aniversario de Brugal Extra Viejo. Justo cuando escribía algo sobre la Navidad de 1976, año en que fue presentado el primer ron dominicano con envejecidos de hasta 8 años, vi que una carpeta salió volando de mi Desktop.
En unos pocos segundos, uno tras otro, perdí todos mis archivos. La desesperación que sentí en ese momento, debe parecerse a la de un piloto que de pronto pierde el control de su aeronave. Llamé a Lorenzo González, un viejo amigo dominicano que sabe tanto de Mac como Tim Cook.
Al final descubrimos que había sido un accidente. Hace más de un año, María heredó un viejo iPhone que primero fue de Diana y luego mío. Para que pudiera acceder a contenidos a través del iTunes, le di acceso a mi cuenta. Tratando de ganar espacio en su obsoleto aparato, empezó a borrar “cosas que ella no usa” en el iCloud.
Solo alcanzamos a recuperar los archivos que tenía antes de junio, que fue la última vez que hice un Time Machine. Perdí el arte final de Como si fuera sábado (el libro con las columnas que publiqué en la revista Estilos), todos los poemas que he escrito en los últimos cinco meses y varios trabajos de Ediciones el Fogonero (mi pequeña empresa de consultoría en estrategias de comunicación).
Hoy he amanecido como quien vuelve a su casa un día después de que se incendiara. Busco entre los escombros todo lo que me pueda servir para salvar algo. Puse de fondo de pantalla la imagen de un tren a punto de partir. Pretendo que eso me de ánimo y fuerzas para el arduo trabajo de recuperación.
Trataba de memorizar en vano uno de los poemas perdidos (se llamaba “300 hilos” y me gustaba mucho), cuando caí en cuenta de que, al volver a junio, hay algo mucho más terrible que perder versos, trozos de una novela, cuentos, reportajes a medio hacer y trabajos de consultoría.
El Gran Dictador aún respira.