En esa foto aparecemos Luis Alberto García, Bladimir Zamora y yo. Fue justo en el momento en que nos reencontramos en La Habana, después de 10 años sin vernos. Las cosas tienen movimiento, decía Fito Páez en una canción inolvidable y nosotros aquí parecemos darle la razón.
Digo todo esto porque hoy, después de que Luisito tomara en cuenta los últimos sucesos, algunos se le tiraron al cuello de su reputación. No faltó quien lo atacara de una manera tan burda, que no dejo otra opción que no fuera la de perderle el respeto.
¿Cuándo aprenderemos los cubanos a tolerar y a permitir que alguien piense diferente a nosotros sin tener que ofenderlo? Sí, sé que nos adoctrinaron para que actuáramos así; pero no iremos a ninguna parte —como pueblo, quiero decir— si seguimos repitiendo la historia una y otra vez.
Luisito, además de ser una persona que quiero mucho, es uno de los artistas más admirables que he conocido en mi vida. Su sensibilidad no le cabe en el cuerpo y su talento como actor me hace sentir orgullo de haber nacido en el mismo país que él.
Denigrarlo por sus opiniones es, cuando menos, estúpido. Y esa es la única palabra que se me ocurre para calificar a quien con tanta saña y poca gracia le han descalificado.
Denigrarlo por sus opiniones es, cuando menos, estúpido. Y esa es la única palabra que se me ocurre para calificar a quien con tanta saña y poca gracia le han descalificado.