23 marzo 2018

De vuelta a casa

La semana pasada andábamos por las rutas americanas. A Diana y a mí nos encanta aterrizar en Miami y reencontrarnos con los sabores que perdimos en Cuba. Por eso siempre pasamos por Pinocho Bakery, un lugar donde aparece todo lo que hacían en la dulcería de Manicaragua (¡la mejor de mi infancia!).
Otra cosa que siempre hacemos es atravesar los campos de palmeras de Homestead. Un desayuno en Cracker Barrel es la mejor manera de empezar el largo camino de los cayos. En esos recorridos junto a mis tíos Aramís y Miriam, siempre me viene a la cabeza esa Cuba imposible que ya no alcanzaré a conocer.
Volvimos a Santo Domingo en el último vuelo. Le pasamos por encima a las luces de Puerto Plata, Santiago y los interminables alrededores del Distrito Nacional. En Punta Caucedo el olor del Caribe nos dio la bienvenida. Cuando abrimos la puerta de la terraza, Diana extendió los brazos. “¡De vuelta a casa!”, dijo.
Alejandro Aguilar y Marianela Boán acaban de volver de Portugal, donde se presentó Defilló, la obra más reciente de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. Llegaron maravillados del viaje. Aunque acababan de bajarse del avión, estuvimos hablando hasta pasadas las doce.
Nos contaron todo lo que hicieron y probaron, nos dieron un recorrido por las noches de Lisboa y nos llevaron hasta un bar increíble donde solo ofrecían los mejores vinos y destilados muy selectos. “Fue muy emocionante encontrarnos allí con una botella de Brugal Extra Viejo”, aseguró Alejandro.
Cuando ya nos íbamos a despedir, Marianela fue hasta la terraza, extendió los brazos y recorrió la noche de Santo Domingo con la vista. Hicimos un último brindis con el del estribo. Los acompañamos hasta la puerta, cerramos todo y apagamos la luz. Ya los cuatro estamos de vuelta en casa.

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