25 abril 2018

PEDRAZA GINORI: “Mi Cuba interior es mi trofeo… ¡no me la pudieron arrebatar!”

Nació en el pueblo que tiene el nombre más optimista de toda Cuba y en el único con tres estaciones de ferrocarril: Esperanza Cuban Central, Esperanza Unidos y Esperanza Norte. Con esos antecedentes merecía ser un tipo apasionado, perseverante, incansable… ¡Pues eso es lo que ha sido!
Junto a su amada Loly Buján se convirtió en uno de los más importantes realizadores de la televisión cubana. Algunos de sus programas, como Juntos a las 9La hora del cañonazo Joven Joven, lograron alumbrar con música y alegría a una Cuba gris y abúlica.
A principios de los años noventa, con 56 años, “completamente aterrillado” y en un estado anímico que él no se lo desea a nadie, abandonó la televisión y se marchó de su país para empezar de cero. Desde entonces vive en Galicia, donde ha escrito tres valiosísimos libros y ha librado una batalla campal contra el olvido. 
Me hubiera gustado que escucharan la siguiente frase en la voz de Consuelito Vidal. Ante esa imposibilidad, se las dejo por escrito: Estimados televidentes de la Cuba de los 70 y los 80, queridos amigos, con ustedes… ¡Eugenio Antonio Pedraza Ginori!  

Fuiste testigo de excepción y protagonista de la época de oro de la televisión cubana. ¿Qué crees que permanecerá del legado de los fundadores y de los grandes realizadores? ¿Qué se perdió de manera irremediable?
Creo que hubo dos épocas de oro y ambas las disfruté al máximo. En la primera, de 1950 al 59, fui el televidente más fiel que se pueda imaginar, me pasaba horas frente al aparato consumiendo de todo, desde el Cabaret Regalías hasta la lucha libre. pasando por el palo ensebado, los shows de los grandes cómicos (Garrido, Piñero, Leopoldo Fernández, Echegoyen, Biondi...), los espacios dramáticos en vivo tan perfectamente realizados que parecían grabados, los sorpresivos programas de Pumarejo en los que siempre pasaban cosas, en fin... Cuando me vine a dar cuenta ya había contraído el virus de “yo quiero estar ahí, yo quiero hacer eso”.
La segunda gran etapa, donde brillaron nuevos directores (herederos del saber hacer de los fundadores que se marcharon o fueron siquitrillados), se desarrolló durante los 60 y yo la extendería hasta finales de los 70. Esa me tocó vivirla desde dentro, entregado a lo que más me gustaba, cumpliendo mis sueños. Fueron mis años plenos, aunque entonces el día a día tan atareado no me dejaba saborear, ni comprender siquiera, lo plenos que eran. 
Pertenecí a un grupo de creadores que hicieron cosas increíblemente buenas a pesar de todos los obstáculos, luchando contra la turba de dirigentes mediocres e hijos de puta que fueron colocados al frente del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) para que éste fuese solo un vehículo de propaganda del régimen y no una fuente de cultura y entretenimiento para las masas.
Después del 1 de enero del 59 apareció la oportunidad de hacer una televisión sin intereses comerciales y no se aprovechó. Podríamos haber tenido la mejor tele del mundo. En esto, la televisión fue un reflejo del resto de los sectores. El proceso revolucionario, si no hubiese sido tan sectario, nos pudo haber convertido en una gran nación, culta y progresista, con un nivel de vida de primera y ya ves el desastre en qué paró todo por culpa de la ceguera y las locuras del autodenominado Máximo Líder (y su corte de aduladores y cómplices), metido en cuanto fregao apareció fuera de nuestras fronteras, empeñado en ser estrella mediática universal para satisfacer su ego en vez de dedicarse a lo que tiene que hacer un gobernante: servir a su pueblo.
En cuanto al legado al que te refieres, lamentablemente no queda nada. Lo que se produce hoy en la televisión cubana es, en general, de una calidad ínfima. El público que presenció lo que hicimos, con lo traidora que es la memoria, solo almacena recuerdos confusos. De ahí mi matraca constante tratando de convencer a mis colegas de entonces para que escriban sus experiencias antes de que sea demasiado tarde.

En tu extensa trayectoria por el ICRT, acumulaste incontables satisfacciones y no pocas frustraciones. Cuando repasas en tu cabeza tus intensos años de labor, ¿cuáles son tus momentos preferidos? ¿hay algunos que jamás quisieras recordar?
Me siento bien conmigo mismo al recordar mis Teatro ICR, Recital, En vivo, Juntos a las 9. La hora del cañonazo, los concursos Adolfo Guzmán, Joven Joven y algunos especiales como Todas las Mirtas. Creo que fueron programas de los que cualquier creador se podría sentir satisfecho, hechos con el corazón en medio de todo tipo de limitaciones. También, como director de plantilla, me tocó dirigir decenas de espacios de los que rellenaban la programación, pero los hice sin faltarles el respeto a los televidentes ni a mí mismo.
Mi gran frustración fue no poder convertir en realidad Cantante, una serie dramático-musical de 45 episodios que escribí para el espacio de la novela cubana del Canal 6. Llegué a la etapa de pre-producción y ahí mismito se quedó debido a las “condiciones objetivas” de un país que al iniciarse la década del 90 se caía a pedazos y no podía asumir un proyecto tan complicado y costoso.

En el Blog de Pedraza Ginoritus Memorias Cubanas y Los Basurita de Carajillo has librado una batalla campal contra el olvido. Parecería que te has planteado contarlo todo… ¿O hay algo que el pudor aún no te permite compartir?
En mis dos libros de memorias publiqué 700 páginas de recuerdos y experiencias y lo hice llamando al pan, pan, citando nombres y situaciones, volcándome en un ejercicio de sinceridad absoluta y pensando en el interés que pudiera tener el material el día de mañana. Naturalmente, se quedaron en el tintero episodios que viví y preferí no contar, pero no por pudor sino más bien por vergüenza ajena. 
Fui un verso suelto sacándole el aceite a la aceituna en los pasillos y despachos de Radiocentro. Todavía me pregunto cómo pude hacer lo que hice sin pertenecer al partido ni halarle la leva a alguien. Desarrollé una carrera decente dentro de un nido de víboras y todas las noches duermo tranquilo, sin que mi almohada me reproche algo. A punto de cumplir 80, soy un viejo feliz.

Supongamos que tuvieras la oportunidad de hacer la emisión soñada de Juntos a las 9. La hora del cañonazo, la mejor que hayas imaginado, donde pudieran participar todos los artistas que quisieras (incluso los ya desaparecidos). ¿A quiénes invitarías, a quiénes dejarías fuera, cuéntanos ese espectáculo como si lo estuviéramos viendo en una pantalla?
Tremenda meta me has puesto. En Cuba siempre el talento musical se dio en abundancia. Si volvemos la vista atrás, encontramos calidad pa’ comer y pa’ llevar. Son tantos que me resultaría imposible incluir a todos los que creo imprescindibles en un solo espectáculo. Habría que hacer una serie de programas para que cada uno tuviera la oportunidad de brillar.
Contaría con Bola, Meme, Lecuona, la Guillot, Formell, Las D'Aida, Matamoros, Embale y el Septeto Nacional, La Aragón, Carbonell, Pacho, Chapottin y Cuní, Adalberto, Elena, Osvaldo, Irakere, Mike Porcel, Barbarito, Rosita, Albita, El Guayabero, Celia, Los Dada, Celina, Omar Sosa, los Van Van de antes, Rumbavana, Paquito, El Benny, Vicentico, Guzmán, Clara y Mario, Rita, Arcaño, Sindo, Soledad Delgado, Lourdes Torres, Ñico Rojas, Horacio El Negro, Frank Emilio, El Jilguero, Hilario Durán, los del filin (Frank Domínguez, Marta Valdés, José Antonio, Ela O’Farrill, Elsa Rivero, Luis García...) y mil más entre los que habría que incluir a los que hicieron un pop de alta calidad que no ha sido reconocido (Estadella, Larrinaga, Vicente Rojas, Beatriz, Alfredito Rodríguez, Valladares, Ojedita, Mirta, Farah, Miguel Ángel Piña, María Elena Pena...). En la animación estarían, Consuelito, la mejor presentadora del mundo mundial, y la siempre eficiente Eva Rodríguez, que me enseñó a ser profesional.
¿A quién dejaría fuera? A Silvio Rodríguez, sin lugar a dudas. Y me quedaría tan pancho. En mi altar personal y profesional no cabe la gente mala y ese tipo es retama de guayacol.

Eres un gran cubano que ha vivido muchos años fuera de Cuba. ¿Cuál ha sido tu receta para no perder a tu país sin poder volver a tenerlo?
Como millones, creí en la revolución. Me la vendieron de una manera (sanidad y educación gratuitas, desarrollo, igualdad, futuro luminoso...) que resultaba muy difícil no comprársela enseguida si uno procedía de un entorno humilde. Pero aquello que llamaron revolución resultó una trampa para incautos al que no pocos aportaron su vida, la única que tenían. 
Afortunadamente, solo fui simpatizante, mi carácter independiente evitó que me convirtiera en militante. No les perdono a los que convirtieron la ilusión preciosa de millones de personas en un fracaso estrepitoso, que me mintieran a la cara asegurándome que querían lo mejor para mí cuando lo único que perseguían era vivir muy bien ellos y los suyos.
Tras años de desilusión, de una decepción en otra, salí de Cuba en pleno Período Especial, completamente aterrillado, en un estado anímico que no se lo deseo a nadie. Decidí que era momento de reciclarme, Galicia me brindó la oportunidad de escapar de la cárcel y la aproveché. Solté el lastre cubano y me pasé veinte años desintoxicándome, trabajando en otras cosas, despojándome del personaje Pedraza Ginori hasta que, partiendo de cero, logré convertirme en otra persona. No fue fácil, pero lo logré.
He vivido 26 años en España, un país que no es perfecto, pero es mi país, donde he encontrado el respeto que no tuve en la isla donde nací y crecí, donde soy un señor y no un compañero, nadie me cuestiona por mis ideas y en el que disfruto una cuota de libertad que me parece aceptable visto como está el panorama por esos mundos.
No aterrizo en Rancho Boyeros desde 1995 y no pienso hacerlo en lo que me queda de vida. Creo que si pusiera un pie en La Habana de hoy me inundaría una gran tristeza porque, aunque el Malecón y el Morro sigan estando en el mismo sitio, ese lugar ya no es mi lugar y esa gente extraña, grosera y mal educada que vive allí ahora ya no es mi gente.
Los cabrones me arrebataron la Cuba física. La otra, la espiritual, la de mi niñez y juventud que no tiene que ver con la parafernalia patriotera de himno y bandera, hoy sigue anidada en mi memoria y circulando por mis venas. Aquí dentro la tengo, vivita y coleando cada vez que contacto en la distancia con un viejo amigo, escucho un son de Ignacio Piñeiro o me pongo a hacer lo que más me gusta: escribir.
Mi Cuba interior es mi trofeo, esa, que se jodan, ¡no me la pudieron arrebatar!

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